Resumen:
La agricultura de conservación comprende una serie de técnicas que tienen como objetivo fundamental conservar, mejorar y hacer un uso más eficiente de los recursos naturales mediante un manejo integrado del suelo, agua, agentes biológicos e insumos externos. La práctica de una agricultura de conservación es beneficiosa para la agricultura, el medio ambiente y el agricultor. Se busca la conservación máxima del suelo, un recurso no renovable, ya que el verdadero problema de la agricultura es su pérdida y degradación. Para evitar la pérdida de suelo hay que adoptar técnicas como la reducción y minimización de arado y labranza, la rotación de cultivos (implica un cambio en los tipos de raíz de los cultivos), el uso racional de fertilizantes químicos, la utilización de los restos vegetales de las cosechas como medio natural de protección y fertilización de los suelos, otro punto importante también a considerar es la implementación de bioplaguicidas artesanales, todo esto en conjunto puede lograr que el suelo consiga aumentar sus niveles de materia orgánica, mejorando su estructura de los mismos y manteniendo la productividad de los cultivos (Orton Kiishweko, 2012). Y es precisamente el punto de los bioplaguicidas la base de la elaboración de esta investigación. Se ha observado que para el control de plagas agrícolas, generalmente los agricultores utilizan agroquímicos sintéticos, provocando contaminación en el ambiente, en el producto cosechado y problemas de salud humana, una de las alternativas actuales para el control de plagas es la utilización de plaguicidas de origen vegetal, para lo cual, los elaborados con el árbol de neem (Azadirachta indica) y Mata-ratón (Gliricidia sepium) han demostrado controlar plagas en una forma sana y económica, en comparación a los plaguicidas químicos sintéticos, lo que permite utilizarlo en la agricultura orgánica (Norten, 1999).