Resumen:
La salinidad de los suelos es uno de los factores que limita actualmente la agricultura en grandes extensiones de la tierra. A nivel mundial, más de 800 millones de hectáreas de terrenos están afectados por la salinidad. La mayoría de los suelos salinos se encuentran en las zonas áridas y semiáridas y se han formado de manera natural mediante la intemperización de las rocas que liberan sales solubles que se acumulan a través del tiempo (Rengasamy, 2002). El 40% de la superficie mundial corresponde a zonas áridas y semiáridas. Se han detectado tres causas principales por las cuales se presentan valores altos de pérdida de suelo en éstas zonas del país: las características edáficas y sus condiciones, el tipo de manejo actual bajo el cual están sujetas y los factores socioeconómicos y culturales de esas zonas (Montaño & Monroy, 2000).
Los suelos afectados por sales, ocupan cerca del 20% del área de irrigación del mundo. Se estima que se pierden al año cerca de 1.5 millones de hectáreas de suelos irrigados, lo cual resulta en una reducción de aproximadamente 11 mil millones de dólares en la productividad agrícola, debido al aumento de concentración de sales en el espesor de suelo donde se desarrolla el sistema radical de los cultivos (Bronwyn et al., 2007).
Debido al uso de aguas salinas con presencia de sodio que interfiere en el crecimiento adecuado de la mayoría de las plantas. Estos sistemas aumentan gradualmente la concentración de sales solubles en el suelo, principalmente cloruros de sodio, calcio y magnesio, y en menor grado, sulfatos y carbonatos. Esta cantidad excesiva de sales no solamente daña los procesos microbiológicos, propiedades físicas y químicas del suelo, sino que también ocasiona un estrés en las plantas cultivadas que afecta negativamente sus procesos fisiológicos y bioquímicos que conducen a la reducción del potencial productivo de la mayoría de los cultivos de importancia agronómica (Maas & Hoffman , 1977). Cuando se incrementa el sodio en el suelo se forman carbonatos y bicarbonatos de sodio aumentando el pH por consiguiente haciendo difícil la disponibilidad de los nutrientes para la planta como P, Mn, Fe, Zn creando con ello serias deficiencias a
la planta manifestadas por quemaduras en las hojas, pobre crecimiento, escasa producción, en muchas veces la disminución del rendimiento hasta del 100% (Villanueva & Hernández, 2001).